Mis Queridos Amigos,
No puedo agradecerles lo suficiente a todos ustedes por su paciencia, cooperación y palabras de aliento cuando comenzamos a celebrar la Misa dominical aquí en nuestra antigua iglesia la semana pasada. Los cumplidos que el Padre David y yo recibimos después de cada Misa son un testimonio del arduo trabajo que nuestro personal parroquial y los dedicados voluntarios realizaron para transformar este edificio nuevamente en una iglesia temporal. Al igual que con todas las transiciones, hubo algunos contratiempos que esperamos solucionar, pero estamos muy contentos de haber podido traerles la Sagrada Eucaristía en un ambiente apropiado y sagrado.
Hoy celebramos la Fiesta del Corpus Christi que nos recuerda que la Eucaristía es el centro de nuestra fe católica. Si se me permite compartir con ustedes un extracto de una homilía que el Papa Benedicto XVI predicó una vez sobre esta fiesta:
San León Magno recuerda que “nuestra participación en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo no aspira a otra cosa que a llegar a ser lo que recibimos”…
A San Juan María Vianney le gustaba decir a sus feligreses: “Venid a comulgar… Es cierto que no eres digno de ello, pero lo necesitas”.
Con la certeza de ser inadecuados a causa del pecado, pero necesarios para alimentarnos con el amor que el Señor nos ofrece en el sacramento eucarístico, renovemos [hoy] nuestra fe en la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía.
¡No debemos dar por sentada esta fe! Hoy corremos el riesgo de que la secularización se introduzca también en la Iglesia. Se puede traducir en un culto eucarístico formal y vacío, en celebraciones carentes de esa participación sincera que se expresa en la veneración y en el respeto a la liturgia.
La tentación de reducir la oración a momentos superficiales y precipitados, dejándonos dominar por las actividades y preocupaciones terrenas, es siempre fuerte… Con la Eucaristía, por tanto, el Cielo desciende a la tierra, el futuro de Dios entra en el presente y es como si el tiempo fuera abrazado por la eternidad divina. (17 de junio de 2009)
Reflexionemos hoy sobre lo que nos atrae a este altar cada domingo: el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor que en este Divino Sacrificio une el cielo y la tierra y nos llama a ser Eucaristía para los demás.
Que Dios los Bendiga a Todos,
