12 de Febrero – VI Domingo en el Tiempo Ordinario

Mis queridos amigos, 

“Así que, si al llevar tu ofrenda al altar te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí mismo delante del altar y ve primero a ponerte en paz con tu hermano. Entonces podrás volver al altar y presentar tu ofrenda”. (Mateo 5:23-24) 

¿Por qué vamos a Misa? ¿Es un hábito, un ritual, una obligación, o estamos buscando algo más? ¿Estamos buscando genuinamente a Jesucristo y la experiencia transformadora que encontrarlo sin duda causará en nuestra vida? Les traigo estas preguntas hoy porque necesitamos profundizar nuestra comprensión de lo que hacemos aquí en este altar todos los domingos. En el evangelio, Jesús dice que no vino a abolir la ley, sino a cumplirla y el cumplimiento total y completo de la ley tiene lugar aquí en este altar donde Cristo, el cordero sin mancha, es sacrificado por nosotros en cada Misa. 

El Papa Francisco una vez dio una catequesis sobre la Eucaristía durante sus audiencias de los miércoles y preguntó: “¿Cómo experimentamos la Eucaristía?” Él nos desafió, como yo los desafío a ustedes como comunidad de vez en cuando, a profundizar en las cosas que hacemos en esta iglesia. Es por eso por lo que nos da tres indicadores para ayudarnos a experimentar la Eucaristía de una manera completamente nueva: 

El primer indicio es nuestro modo de mirar y considerar a los demás. En la Eucaristía Cristo vive siempre de nuevo el don de sí realizado en la Cruz. Toda su vida es un acto de total entrega de sí por amor; por ello, a Él le gustaba estar con los discípulos y con las personas que tenía ocasión de conocer. Todos nosotros vamos a misa porque amamos a Jesús y queremos compartir, en la Eucaristía, su pasión y su resurrección. ¿Pero amamos, como quiere Jesús, a aquellos hermanos y hermanas más necesitados? Me pregunto, y cada uno de nosotros se pregunte: Yo, que voy a misa, ¿cómo vivo esto? ¿Me preocupo por ayudar, acercarme, rezar por quienes tienen este problema? ¿O bien, soy un poco indiferente? ¿O tal vez me preocupo de murmurar: Has visto cómo está vestida aquella, o cómo está vestido aquél? A veces se hace esto después de la misa, y no se debe hacer. Debemos preocuparnos de nuestros hermanos y de nuestras hermanas que pasan necesidad por una enfermedad, por un problema.   

Palabras fuertes del Santo Padre que nos desafía a quitarnos la anteojera cuando vamos a misa y reconocer a los pobres que nos rodean y a los que necesitan nuestra ayuda. El segundo indicador que nos da tiene que ver con la misericordia de Dios: 

Un segundo indicio, muy importante, es la gracia de sentirse perdonados y dispuestos a perdonar. A veces alguien pregunta: «¿Por qué se debe ir a la iglesia, si quien participa habitualmente en la santa misa es pecador como los demás?». ¡Cuántas veces lo hemos escuchado! En realidad, quien celebra la Eucaristía no lo hace porque se considera o quiere aparentar ser mejor que los demás, sino precisamente porque se reconoce siempre necesitado de ser acogido y regenerado por la misericordia de Dios, hecha carne en Jesucristo. Si cada uno de nosotros no se siente necesitado de la misericordia de Dios, no se siente pecador, es mejor que no vaya a misa. Nosotros vamos a misa porque somos pecadores y queremos recibir el perdón de Dios, participar en la redención de Jesús, en su perdón.  

Los católicos no debemos tener un complejo de superioridad sólo porque vamos a misa todos los domingos. Venimos porque reconocemos que necesitamos algo: la misericordia de Cristo. Venimos porque necesitamos ser regenerados por el amor de Dios. Es por eso por lo que la Misa siempre debe ser una experiencia que altere la vida. Si realmente nos involucramos y encontramos a Cristo, no tenemos más remedio que cambiar nuestras vidas. Lo que luego nos lleva a fortalecer nuestra comunidad eclesiástica, que es el tercer indicador que presenta el Santo Padre: 

Un último indicio precioso nos ofrece la relación entre la celebración eucarística y la vida de nuestras comunidades cristianas. Es necesario tener siempre presente que la Eucaristía no es algo que hacemos nosotros; no es una conmemoración nuestra de lo que Jesús dijo e hizo. No. Es precisamente una acción de Cristo. Es Cristo quien actúa allí, que está en el altar. Es un don de Cristo, quien se hace presente y nos reúne en torno a sí, para nutrirnos con su Palabra y su vida. Esto significa que la misión y la identidad misma de la Iglesia brotan de allí, de la Eucaristía, y allí siempre toman forma…A través de la Eucaristía, en cambio, Cristo quiere entrar en nuestra existencia e impregnarla con su gracia, de tal modo que en cada comunidad cristiana exista esta coherencia entre liturgia y vida. (Audiencia General, 12 de febrero del 2014)  

Esto nos recuerda que la Misa no es un evento privado, sino más bien una obra muy pública del pueblo. Esto es lo que la liturgia significa literalmente en griego: el trabajo del pueblo. Cristo santifica esta obra y nos santifica para que podamos transmitir lo que vivimos aquí a cómo vivimos allá afuera. Así que una vez más, los desafío a reflexionar sobre esa primera pregunta y reflexionar sobre cómo enfocan estos misterios sagrados: ¿Por qué van a Misa? 

Que Dios los bendiga a todos,

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