9 de Enero – El Bautismo del Señor

Mis Queridos Amigos,

La semana pasada, les presenté nuestra nueva iniciativa parroquial de instituir “Miércoles de Formación” para aumentar nuestra comprensión colectiva de nuestra fe católica. Debido a conflictos de programación este mes y una Misa de Confirmación de la escuela, no podremos comenzar nuestros Miércoles de Formación hasta el 2 de febrero. Durante ese mes, el Padre Omar y yo abriremos el Catecismo de la Iglesia Católica, uno de los mayores regalos que San Juan Pablo II dio a la iglesia. Nos sumergiremos en el Credo y trataremos de responder al título de mi primera presentación: “¿Qué creemos? Estas sesiones tendrán una duración de una hora y obviamente tendrán tiempo para preguntas y respuestas. En febrero, cubriremos los inicios del Credo y una vez que el calendario cambie a marzo y comencemos la temporada de Cuaresma, las charlas de formación tomarán un carácter cuaresmal mientras nos enfocamos en nuestro Señor y en su pasión, muerte, y resurrección.

Hoy, celebramos la Fiesta del Bautismo del Señor, y nuestro llamado bautismal a la santidad precisamente nos llama a aprender más sobre esta fe en la que fuimos bautizados. En uno de los documentos del Concilio Vaticano II, Lumen Gentium, que cubriremos más adelante en nuestras conversaciones de formación, los Padres conciliares nos recuerdan:  

La Iglesia, cuyo misterio está exponiendo el sagrado Concilio, creemos que es indefectiblemente santa. Pues Cristo, el Hijo de Dios, quien con el Padre y el Espíritu Santo es proclamado “el único Santo”, amó a la Iglesia como a su esposa, entregándose a Sí mismo por ella para santificarla, la unió a Sí como su propio cuerpo y la enriqueció con el don del Espíritu Santo para gloria de Dios. Por ello, en la Iglesia, todos, lo mismo quienes pertenecen a la Jerarquía que los apacentados por ella, están llamados a la santidad, según aquello del Apóstol: “Porgue ésta es la voluntad de Dios, vuestra santificación” (1 Tes 4, 3)… El divino Maestro y Modelo de toda perfección, el Señor Jesús, predicó a todos y cada uno de sus discípulos, cualquiera que fuese su condición, la santidad de vida, de la que El es iniciador y consumador: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto”. Envió a todos el Espíritu Santo para que los mueva interiormente a amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas las fuerzas y a amarse mutuamente como Cristo les amó. Los seguidores de Cristo, llamados por Dios no en razón de sus obras, sino en virtud del designio y gracia divinos y justificados en el Señor Jesús, han sido hechos por el bautismo, sacramento de la fe, verdaderos hijos de Dios y partícipes de la divina naturaleza, y, por lo mismo, realmente santos. En consecuencia, es necesario que con la ayuda de Dios conserven y perfeccionen en su vida la santificación que recibieron. (Lumen Gentium 39,40) 

Nunca debemos olvidar que como Iglesia, como Cuerpo místico de Cristo, estamos llamados a la santidad de vida en todo momento. Hoy se nos recuerda que nos convertimos en una nueva creación a través de las aguas del bautismo y enviados a proclamar el evangelio a todas las naciones. Por eso es necesario que aprendamos los misterios de nuestra fe. La riqueza de nuestra fe católica requiere un gran estudio y deliberación para que nuestro testimonio católico sea eficaz. Que nos esforcemos por ser católicos informados (y no ignorantes). El mundo necesita urgentemente nuestro testimonio bautismal. 

Que Dios los bendiga a todos!

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