Mis queridos amigos,
Mientras nos reunimos este fin de semana para celebrar la Epifanía del Señor, como Iglesia todavía estamos contemplando el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. Durante las últimas dos semanas, muchos feligreses se han sentado en los primeros bancos de la iglesia para disfrutar del esplendor de la Navidad contemplando nuestro altar bellamente decorado y para contemplar el rostro de la nueva estatua del Niño Jesús acurrucado entre todas las flores de Pascua.
Durante una homilía la semana pasada, comenté cómo adquirimos esta espléndida figura de nuestro Señor y cómo su rostro me llamó. Esta es una buena lección de ser sorprendido por Dios cuando menos te lo esperas. El verano pasado, mientras estaba en Madrid, me uní al Diácono Robert Fleitas y a su esposa Nancy para una mañana de turismo seguido por un almuerzo. El diácono acababa de terminar su peregrinación por “El Camino” a Santiago de Compostela, y aparte del almuerzo, íbamos a una tienda religiosa a comprar unos purificadores muy necesarios para nuestra sacristía que usamos para los cálices que contienen la Preciosa Sangre de Nuestro Señor. Entramos tienda tras tienda y no pudimos encontrar lo que necesitábamos, pero en una tienda encontramos algo que no esperábamos. Cerca de la entrada había una exhibición de estatuas del Niño Jesús en todas las formas y tamaños, pero hubo una que llamó la atención tanto del Diácono como a mí. El rostro de nuestro Señor estaba radiante. Era pacífico. Nos llevó al misterio de la Encarnación: Dios haciéndose niño pequeño. Inmediatamente le dije al Diácono: “Esto pertenece a los pies de nuestro altar para Navidad”. Tantas iglesias tienen una estatua del Divino Niño en sus santuarios, ¿por qué no debería tener la nuestra? Hay uno hermoso a los pies del altar de Bernini en la Basílica de San Pedro que el Papa venera cada Navidad, pero el padre Andrés, mientras veía la Misa del Gallo del Vaticano, afirmó que la que adquirimos era “mucho más hermosa”.
Obviamente, todo esto es subjetivo, pero lo que hace el arte sacro es acercarnos al misterio divino que el artista está tratando de capturar. Tenemos la bendición de que el arte sagrado que nos rodee constantemente en esta majestuosa iglesia, y esta última adición ha sido adorado por tantos fieles desde la víspera de Navidad. De hecho, tengo que volver dos días antes de la víspera de Navidad para hablar del debut del Niño. El último día de clases antes de las vacaciones de Navidad, los niños de la escuela se reunieron para la misa, y comencé a preguntarles durante la homilía cómo describirían a un bebé para ilustrarle a los niños cómo Dios se humilló a sí mismo al convertirse humano. Una de las palabras que los niños usaron para describir a los bebés fue la palabra delicado. ¡Fue perfecto! Dios se convirtió en un niño delicado que dependía de sus padres y era frágil al igual que esta nueva estatua. A pesar de que no lo había planeado, le pedí a uno de los monaguillos de la sacristía que me trajera la caja que contenía al Niño Jesús. Mientras explicaba más a fondo el significado de la palabra delicado, saqué la estatua de la caja, ¡y se podía oír a muchos de los niños de nuestra iglesia dejar escapar un jadeo audible! Todos quedaron hipnotizados por esta pequeña figura de cerámica. Lo mismo sucedió cuando salí de la sacristía para la Misa de Nochebuena de los niños y pasé por el coro donde muchos de nuestros alumnos de segundo y tercer grado se preparaban para cantar. Cuando vieron al Niño en mis brazos, se oyó a algunos de ellos decir: “¡Es el Niño Jesús!”.
Es esa misma maravilla infantil la que debemos llevar a los misterios navideños. Fue pura maravilla lo que llevó a los Reyes Magos a venir a adorar al Señor. Ellos también deben haberse sorprendido cuando encontraron al Rey Recién Nacido acostado en un pobre pesebre. Pero así es como Dios actúa: nos sorprende constantemente mientras busca atraernos a su amor divino.
Así que, al comenzar un nuevo año, deja que Dios te sorprenda en los próximos meses. Es posible que estemos buscando todas las cosas equivocadas a medida que tomamos resoluciones. Mira al Divino Niño al pie de nuestro altar. Pídele que te haga tan simple e inocente como él. Con esa sencillez, podremos hacer grandes cosas en su Santo Nombre en el 2024.
Rezo para que cada uno de ustedes tenga un Año Nuevo Bendecido y que nuestra parroquia pueda continuar emulando la sencillez y el amor que el Niño Jesús continúa compartiendo con nosotros en esta temporada navideña.
Que Dios los bendiga a todos,