Mis Queridos Amigos,
Silencio. Ese sonido es tan raro. Muchos de nosotros evitamos el silencio. Sé que ha habido momentos en mi vida que lo he evitado, pero, sin embargo, los momentos más bendecidos que he tenido en mi vida espiritual son cuando lo he aceptado. Sólo en silencio podemos escuchar la voz de Dios. Sólo en silencio podemos escucharnos unos a otros en una cultura en la que constantemente tratamos de gritar sobre el otro. En este primer domingo de Cuaresma, viajamos con Jesús al desierto, donde el Evangelio nos dice que no tenía comida y fue tentado por el diablo. Otra cosa que Jesús encontró en el desierto fue el silencio. No había mejor manera de prepararse para su lucha con el diablo y para su ministerio público que estar envuelto por el silencio que permite que la voz del Padre sea cristalina.
Entonces, ¿por qué tenemos miedo del silencio? ¿Por qué sentimos la necesidad de llenar constantemente nuestras vidas de ruido? Se nos dice que las amistades son fomentadas por una buena comunicación, pero he encontrado que mis mejores amigos y yo podemos estar juntos en un silencio perfecto en un coche, en un restaurante, o casi en cualquier lugar y no decir una palabra y sin embargo comunicarnos tanto. Mi abuelo era una de las almas más gentiles que he encontrado, y rara vez hablaba. En el silencio de sus acciones es cómo comunicó sus mayores lecciones. Mi padre y yo cuando vamos a pescar a veces hemos pasado por largos períodos de tiempo sin hablar mientras nuestras varas están en el agua. El único sonido son las olas y la brisa. No es que no tengamos nada de qué hablar. Todo lo contrario. El silencio a veces habla mucho y no estoy hablando del tratamiento silencioso agresivo pasivo. Hablo del silencio que comunica tanto amor. Sólo miren a San José que no dijo nada en la Biblia. Miren las palabras breves de María que a través de su silencio le enseñó tanto a su hijo. Tenemos que hacer espacio en nuestras vidas para el silencio.
Este es nuestro reto esta Cuaresma. Al viajar con Jesús hacia el desierto, debemos hacer espacio para el silencio en nuestra vida. Siéntense en la iglesia por la tarde cuando está vacía. Vayan a dar un paseo o a trotar sin los auriculares y sin música y sólo escuchen la brisa. Escuchen lo que nuestro Señor escuchó durante sus 40 días en el desierto: nada más que el silencio que le da la bienvenida a la voz del Padre.
Orando que tengan una Cuaresma bendita y fructífera,