Mis Queridos Amigos,
Este próximo viernes 1 de octubre, celebramos la fiesta de Santa Teresa del Niño Jesús, la Pequeña Flor; ¡nuestra fiesta patronal! El próximo mes también celebramos el 95 aniversario de nuestra parroquia. En octubre del 1926, Monseñor Thomas Comber tomó posesión de la Iglesia de Santa Teresa como su párroco fundador. Para celebrar este aniversario histórico, hace un par de semanas le pregunté al arzobispo Wenski si podíamos celebrar la fiesta de Santa Teresa el domingo 3 de octubre para brindar a todos nuestros feligreses la oportunidad de celebrar a nuestra santa patrona cuando nos reunimos para la misa dominical. El arzobispo accedió amablemente a esta solicitud y felicitó a nuestra parroquia por alcanzar nuestro 95 aniversario. Por lo tanto, cuando vengan a misa el próximo fin de semana, nuestros sacerdotes celebrarán la Misa de Santa Teresa y las lecturas serán las propias para este día de fiesta en lugar de las lecturas para el 27º
Domingo del Tiempo Ordinario. Las lecturas se imprimirán en el boletín y a lo largo del boletín encontraran oraciones de Santa Teresa, una biografía corta y, lo que es más importante, una catequesis del “Pequeño Camino” de Santa Teresa que comenzaré explicando con esta columna.
Como parroquia que lleva el nombre de Santa Teresa, es importante para nosotros saber quién era Santa Teresa y familiarizarnos con lo que hizo que San Juan Pablo II declarara a esta joven santa doctora de la Iglesia. El lunes pasado, le hice a la hermana Rosalie, que es una hermana carmelita al igual que Teresa, una pregunta simple: “¿Cómo explicarías
“El pequeño Camino”? Esta fue su respuesta:
Santa Teresa tenía grandes deseos de ser santa, misionera, mártir, pero nunca diría que ella misma era “grande”. Se veía menor ante los ojos de Dios y ese “pequeño camino” era lo que la iba a ayudar a obtener la grandeza de una santa. Diariamente buscaba ser grande a través de su pequeñez y debilidad… no sólo para ser pequeña y débil, sino para usar esos atributos para depender de Dios para todo… este era su “pequeño camino” de confianza y amor. ¿Cómo practicó esto? Por el olvido a sí
misma y el amor a través de esos actos cotidianos que normalmente pensaríamos que son insignificantes: sonreír al que más nos frustra; limpiar los platos sin decírselo a nadie; ofreciéndose a ayudar a alguien cuando el horario es apretado… y se pueden describir más. El “Pequeño Camino” de Santa Teresa es una imitación de Cristo a una virtud heroica: “Todo lo que haces por el más pequeño de estos, me lo haces a mí” (Mateo 25:40).
Abrazar nuestra pequeñez es algo que va en contra de nuestros instintos y en contra de nuestra sociedad que pone tanto énfasis en ser los mejores. Ser el mejor cristiano es precisamente poner las necesidades de los demás antes que las nuestras. Como dijo la hermana, debemos vernos a nosotros mismos menos ante Dios y ante nuestros hermanos y hermanas. Siempre debemos considerar a nuestro prójimo como más importante que a nosotros mismos. Al igual que nuestro Señor, debemos ser el siervo de todos. Esto lo logramos haciendo pequeñas cosas, pequeños actos de amor que pueden pasar desapercibidos. Santa Teresa escribió en su Historia de un alma: “No pierdas ni una sola oportunidad de hacer un pequeño sacrificio, aquí por una mirada sonriente, allí por una palabra amable; siempre haciendo el más mínimo bien y haciéndolo por amor”.
Al prepararnos para nuestro 95 aniversario, vamos a tomar el ejemplo de nuestra patrona y su “Pequeño Camino.” Los invito esta semana a que mediten sobre este camino espiritual que llevo a Teresa a grandezas simplemente siendo menos.
Que Dios los bendiga a todos,