Mis queridos amigos,
Hoy cerramos nuestro año litúrgico con la solemnidad de Cristo Rey. La pregunta principal que siempre hago a los fieles en este día es esta: “¿Reina Cristo en tu corazón?” No en una parte, no en ciertos días de la semana, pero ¿reina completamente en tu corazón, en tu vida, en tu hogar y dondequiera que vayas? Esto es el centro de la celebración de hoy. Lo que me lleva a una catequesis maravillosa sobre los orígenes de la solemnidad de hoy, que encontré publicada por los obispos de los Estados Unidos, que me gustaría compartir con todos ustedes:
El último domingo de cada año litúrgico, la Iglesia celebra la solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, o Cristo Rey.
El Papa Pío XI instituyó esta fiesta en 1925 con su encíclica Quas primas (“En el primero”) para responder al creciente secularismo y ateísmo. Reconoció que intentar “expulsar a Jesucristo y su santa ley” de la vida pública resultaría en una discordia continua entre las personas y las naciones. Esta solemnidad nos recuerda que mientras los gobiernos van y vienen, Cristo reina como Rey para siempre.
A principios del siglo XX, en México, Rusia y en algunas partes de Europa, los regímenes militantemente secularistas amenazaron no solo a la Iglesia Católica y sus fieles, sino a la civilización misma. La encíclica del Papa Pío XI dio esperanza a los católicos y, mientras los gobiernos a su alrededor se derrumbaban, la seguridad de que Cristo Rey reinará para siempre. “Él es la Verdad y porque los hombres necesitan beber de Él y recibir obedientemente la verdad” (Quas primas, 7).
La realeza de Cristo está arraigada en la enseñanza de la Iglesia sobre la Encarnación. Jesús es completamente Dios y completamente hombre. Él es tanto el Señor divino como el hombre que sufrió y murió en la Cruz. Una persona de la Trinidad se une a la naturaleza humana y reina sobre toda la creación como el Hijo encarnado de Dios. “De donde se sigue que Cristo no solo deber ser adorado en cuanto Dios por los ángeles y por los hombres, sino que, además, los unos y los otros están sujetos a su imperio y le deben obedecer también en cuanto hombre; de manera que por el solo hecho de la unión hipostática, Cristo tiene potestad sobre todas las criaturas” (Quas primas, 13).
La Iglesia nos llama a reconocer la realeza de Cristo con toda nuestra vida:
“Es, pues, necesario que Cristo reine en la inteligencia del hombre, la cual, con perfecto acatamiento, ha de asentir firme y constantemente a las verdades reveladas y a la doctrina de Cristo; es necesario que reine en la voluntad, la cual ha de obedecer a las leyes y preceptos divinos; es necesario que reine en el corazón, el cual, posponiendo los efectos naturales, ha de amar a Dios sobre todas las cosas, y solo a Él estar unido; es necesario que reine en el cuerpo y en sus miembros, que como instrumentos, o en frase del apóstol San Pablo, como armas de justicia para Dios” (Quas primas, 33)
Hoy en día, la libertad religiosa para muchas personas significa que podemos creer lo que queramos en privado, pero cuando entramos en la plaza pública o en el mercado, no podemos hablar de nada que se relacione con nuestra fe. Sin embargo, la Iglesia reconoce el reinado de Cristo, no sólo en privado, sino públicamente. Esta solemnidad nos anima a celebrar y vivir nuestra fe en público. “Así, por medio de discursos en las asambleas y en los templos, de la adoración, en común, del augusto Sacramento públicamente expuesto y de solemnísimas procesiones, proclamar a Cristo como Rey que nos ha sido dado por el cielo” (Quas primas, 26).
Para los cristianos, cuando nuestra fe es repetidamente marginada en la vida pública, podemos caer en el hábito de compartimentar nuestras vidas. Amamos a Jesús en nuestras vidas privadas, pero evitamos reconocer la realeza de Cristo en la vida social. Cuando celebramos la solemnidad de Cristo Rey, lo declaramos al mundo y recordamos que Jesús es el Señor de la Iglesia y de todo el universo.
– USCCB
¡Viva Cristo Rey! ¡Viva Cristo Rey!
Que Dios los bendiga a todos,