Mis Queridos Amigos:
Hoy celebramos la 3ª Jornada Mundial de los Abuelos y los Ancianos. El Papa Francisco estableció este día en 2021 cerca de la fiesta de los santos Joaquín y Ana, los abuelos de Jesús, para resaltar el importante papel que desempeñan los abuelos y los ancianos entre generaciones. Es providencial que celebremos este día en vísperas de la Jornada Mundial de la Juventud que comienza en Lisboa, Portugal, la próxima semana. En su primera Jornada Mundial de la Juventud como Papa, el Santo Padre habló a los jóvenes sobre la importancia de escuchar a sus abuelos:
Qué importantes son [los abuelos] en la vida de la familia para comunicar ese patrimonio de humanidad y de fe que es esencial para toda sociedad. Y qué importante es el encuentro y el diálogo intergeneracional, sobre todo dentro de la familia. El Documento conclusivo de Aparecida nos lo recuerda: “Niños y ancianos construyen el futuro de los pueblos. Los niños porque llevarán adelante la historia, los ancianos porque transmiten la experiencia y la sabiduría de su vida” (n. 447). Esta relación, este diálogo entre las generaciones, es un tesoro que tenemos que preservar y alimentar. (Angelus en la Fiesta de San Joaquin y Santa Ana, 26 de julio de 2013, Rio de Janeiro.)
Diez años después, el Papa hizo la siguiente exhortación especial a los jóvenes que se preparan para la Jornada Mundial de la Juventud: “A vosotros, jóvenes que os disponéis al encuentro en Lisboa o a celebrar la Jornada Mundial de la Juventud en vuestros países, os pido: antes de emprender vuestro camino, ¡visitad a vuestros abuelos o a un anciano que vive solo!”. En este mismo mensaje, el Santo Padre continuó diciendo:
Es hermosa, este año, la cercanía entre la celebración de la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores y la de la Juventud; ambas tienen como tema la “prisa” de María para ir a visitar a Isabel (cf. v. 39), y de ese modo nos llevan a reflexionar sobre el vínculo entre los jóvenes y los ancianos. El Señor espera que los jóvenes, al encontrarse con los ancianos, acojan la llamada a custodiar la memoria y reconozcan, gracias a ellos, el don de pertenecer a una historia más grande. La amistad con una persona anciana ayuda al joven a no reducir la vida al presente y a recordar que no todo depende de sus capacidades. Para los más ancianos, en cambio, la presencia de un joven les da esperanza de que todo lo que han vivido no se perderá y que sus sueños pueden realizarse. (Mensaje para el Tercer Dia Mundial de los Abuelos y los Mayores)
Estas palabras de nuestro Santo Padre pronunciadas hace diez años este verano deberían animarnos a seguir honrando a nuestros abuelos. Perdí a mi último abuelo hace 14 años. Echo de menos sus consejos y sabiduría. Extraño las historias que me contaban sobre Cuba. Extraño la cocina de mis abuelas. Extraño escuchar a mis abuelos discutir asuntos mundiales mucho mejor que cualquier experto en la televisión. Sobre todo, extraño su silencioso testimonio evangélico. Si bien mis abuelos no eran abiertamente religiosos, ejemplificaban su fe a través de actos silenciosos de caridad. Fueron parte de la generación más grande de Cuba que tuvo que desarraigar a sus jóvenes familias y comenzar de nuevo en un país extranjero sin saber el idioma.
Esta es la historia y la sabiduría que el Papa Francisco no quiere que los jóvenes olviden. Los sacrificios que hicieron sus abuelos y los ancianos. Esto fue algo que no se me escapó cuando estuve en las playas de Normandía el mes pasado y pensé en los sacrificios hechos por la generación más grande de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. He enterrado a muchos veteranos de la Segunda Guerra Mundial, y lamentablemente ese número ha ido disminuyendo en los últimos años a medida que más veteranos se unen a sus hermanos de armas en la casa del Padre. Pero recuerdo claramente cada conversación que he tenido con ellos, las conversaciones que he tenido con sobrevivientes del Holocausto, y cómo cada palabra enriqueció mi vida y mi ministerio.
Entonces, hoy honramos a nuestros abuelos y ancianos. Salimos apresuradamente a visitarlos al igual que María fue apresuradamente a visitar a su prima Isabel, que también era avanzada en años. Agradecemos a cada uno de ellos por su testimonio de fe.
Quiero concluir esta columna dando un reconocimiento especial a los abuelos de nuestra parroquia que son tan apasionados por transmitir la fe a sus nietos. Muchas veces se sientan en nuestra Oficina de Educación Religiosa para inscribir a sus nietos para la catequesis porque sus hijos son ambivalentes acerca de la fe. A todos los abuelos que piensan que están “regañando” demasiado a sus hijos para transmitir la fe a sus propios hijos, tengo un mensaje simple: sean persistentes, no vacilen en su determinación de que sus nietos reciban los sacramentos, y gracias por todo lo que hacen para salvar las almas de sus nietos. ¡Hoy, honramos y agradecemos a Dios por ti!
Que Dios los bendiga a todos,