Mi querida familia parroquial:
El Salmo 23 es muy familiar para muchos de nosotros. Quizás sea demasiado familiar; lo sabemos de memoria, pero casi nunca pensamos en él. Todo el Salmo es una declaración de lo que significa ser hijos de Dios, o la oveja que pertenece al pastor. Es un salmo de lo que realmente significa estar vivo. Comienza con “El Señor es mi pastor, nada me faltará” Reconocemos que el Dios que creó y sustenta todas las cosas, que nos sostiene en la palma de su mano, que nos amó tanto que ofreció la muerte de su propio Hijo para que podamos vivir, tiene el control de nuestra vida. “En verdes pastos me hace descansar, junto a aguas tranquilas me conduce, restaura mi alma”. Todos hemos sido afectados por este mundo quebrantado, y a la mayoría de nosotros, nos ha afectado personalmente. Recientemente, el Coronavirus, el colapso del edificio en Surfside o la pérdida de un ser querido que ha afectado nuestra salud física, emocional y mental. También vemos injusticia a nuestro alrededor, ya sea hacia nosotros mismos o hacia los demás. Nuestro padre celestial quiere restaurar nuestras almas, quiere sanar nuestras heridas y hacernos nuevos. Restaurar nuestra alma también significa restaurar la conexión entre nosotros y Dios, la que El originalmente quiso. Después de restaurar nuestra alma, “me guiará por sendas de justicia por amor de Su Nombre”. Al restaurar nuestra alma, nos muestra parte de su corazón por su pueblo y su creación, y luego nos invita y nos lleva a ser sus manos y pies en este mundo. Para algunos de nosotros, dependiendo de donde nos encontramos en nuestras vidas, significa criar a nuestros hijos para que amen a Dios y a su creación. Para otros, simplemente significa orar o significa pedirle a Dios que nos muestre cómo podemos participar con él en la restauración de todas las cosas. Todos tenemos dones, talentos, pasión y experiencia únicas que Dios nos invita a usar para restaurar su reino.
En el versículo cinco, tenemos un ejemplo gráfico de cómo se puede ver esto; “Prepararas una mesa ante mí en presencia de mis enemigos” Una mesa siempre es comunitaria. La mesa alude a la fiesta que Dios nos prepara, extendiéndonos una invitación de esperanza y consuelo no solo a nosotros, sino también a nuestros enemigos. “Unges mi cabeza con aceite, mi copa rebosa” En presencia de aquellos que buscan hacerme daño, mientras voy por el camino por el que Dios me guía, Dios claramente demuestra a todos los que me rodean que soy especial, que yo estoy protegido por él. Además, mi copa de bendición se desborda. Esta es una imagen maravillosa: imagínate a ti mismo en una mesa comunitaria y las bendiciones de Dios desbordando tu taza, derramándose sobre la mesa, luego sobre el piso y fluyendo hacia aquellos que buscan hacerte daño. El último verso es un gran resumen; “Ciertamente el bien y el amor me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa del Señor moraré por siempre”. Por lo tanto, mientras vivimos, y permitimos que las bendiciones de Dios fluyan de nosotros a quienes nos rodean, esto tendrá un impacto en el tiempo; seguramente la bondad y el amor me seguirán, y continuarán teniendo un efecto después de que me haya ido. “En la casa del Señor habitaré para siempre” es un recordatorio de que nuestra vida en la tierra es solo el comienzo. Dios está trabajando para restaurarnos a nosotros y a toda su creación, de modo que podamos disfrutar de la vida con él para siempre, de la manera que pretendía originalmente cuando nos creó. El Salmo 23 trata sobre lo que realmente significa estar vivo, vivo en el contexto del resumen de la ley de Dios, amar a Dios sobre todo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Él nos guía a través de esta vida, compartiendo la bendición de Dios con quienes nos rodean, para que toda su creación pueda ser restaurada. Los invito a que siempre recuerden su significado.
Fr. Omar